http://rusiahoy.com/cultura/2013/11/29/el_escritor_tiene_que_dedicarse_a_entender_la_vida_34931.html

 

La conversación arranca, como no podría ser de otra manera, en su Kaliningrado natal, lugar de inspiración de su obra.

“La tierra donde nací es una tierra extraña para Rusia y en su momento para la Unión Soviética porque es un espacio donde los rusos nunca habían estado presentes, salvo un paréntesis muy corto. Este lugar se incorpora a la Unión Soviética en 1945, tras la guerra. Empiezan a llegar pobladores rusos, bielorrusos, ucranianos y hasta de 112 nacionalidades distintas.  Muchos llegaron con la idea de olvidar su pasado y otros muchos por la única razón de que allí había casas que se conservaban enteras”.

“La región estaba muy destruida, por lo que había miles de personas que se dedicaban a la supervivencia; reconstruyendo espacios para vivir; intentando hacer funcionar las fábricas; cultivando lo que fuera... Y nadie se planteaba cuál era el pasado de aquella tierra que estaban colonizando”.

“En 1948 deportaron a todos los alemanes que vivían en la región, más de 100.000 personas, incluyendo gente mayor y niños. Y aquella tierra se convirtió en rusa”.

“Las autoridades nos daban muy poca información sobre el pasado de aquella tierra. La idea era: ¿Para qué necesitáis el pasado? Construid vuestro futuro. Durante prácticamente 20 años la gente no consideró como suya aquella tierra en la que vivía”.

¿Y es de esta tierra sin pasado de donde surgen sus relatos? 

Precisamente por la falta de información sobre el pasado de aquella tierra, se fueron engendrando gran cantidad de mitos, de manera que todos los que habitantes de Kaliningrado eran escritores en potencia. La diferencia es que ellos no dejaban escritas sus historias, pero yo sí. Y esas historias son las que componen los relatos de La novia de Prusia y también son el germen de El tren cero.

¿Se considera un cronista de Kaliningrado?

-No, simplemente nací con ellos.

¿Usted diría que su obra es de algún modo autobiográfica?

Todos los personajes que aparecen en La novia de Prusia son del todo reales, pero si estas personas se hubieran leído los relatos, no se hubieran reconocido. En eso consiste el arte literario, en una transformación de la realidad. Cuando transformas los personajes en literarios, su vida se convierte en otra porque el escritor no solo añade su mirada sino también hay que tener en cuenta las peculiaridades del lenguaje.

Aunque con este proceso esté siendo infiel a la realidad…

El lector tiene que verse sorprendido y atraído por lo que lee. Este es el proceso al que yo someto mis narraciones. ¿Qué objetivos persigue el escritor? Alguien dijo que son tres: hacer reír, asustar y atraer la atención. Un narrador se sienta a escribir con estas tres tareas en la cabeza y, por supuesto, con una historia interesante, que le resulte interesante al propio autor. Si intentamos construir documentalmente esta historia, sin su forma literaria, resultaría simplemente aburrida y angustiosa y, para un extranjero, incluso monstruosa.

¿Es así como concibió El tren cero? 

Las cosas suceden de manera muy sencilla y a la vez incomprensible. Dentro del autor nace una idea que no puede dejar de plasmar de forma literaria. Y llega el momento en que me planteo la necesidad imperiosa de escribir este libro, haya o no lector para esta obra. El tren cero lo escribí en dos semanas. Luego me pasé dos semanas más puliéndola y desde entonces, hace 20 años, no he cambiado ni una palabra del texto.

Dice que no tiene en cuenta al lector, pero una obra solo tiene sentido si tiene lectores…

Entre autor y lector siempre hay una distancia y una alianza. A veces el lector se encuentra con un texto que no se hace suyo. Ahora diré algo terrible. He leído a Nabokov y he tenido la sensación de que no era mi libro, de que no me llegaba. Eso no quiere decir nada sobre Nabokov, simplemente habla de mí y de mi percepción como lector. Esto también puede pasar con mi obra, pero a mí lo que me gustaría es que el lector viviera, experimentara este texto, que no se limitara a pasar su mirada por las páginas, sino que incluso lo sufriera.

Otros autores sí que le deben haber llegado al alma…

Siento un gran respeto por Kafka, de la misma forma que por Homero. Me encanta Shakespeare, Dante, Camilo José Cela. Gógol fue el que más me influyó en la infancia. En el instituto y en la universidad, leí, releí y volví a leer Crimen y castigo y Los hermanos Karamázov. Chéjov, Jonathan Swift, Andréi Platónov también me han gustado e influido, pero que un escritor se dedique a la literatura de los otros es lo peor que puede hacer. Lo que tiene que hacer es dedicarse a entender la vida.

¿Cree que en la Rusia actual hay libertad para escribir y publicar?

Hay cientos de publicaciones donde ponen a parir a Putin.

Periodistas y columnistas célebres se pelean entre ellos para ver quién echa más mierda encima del presidente. Ninguno de ellos está en la cárcel y se ganan la vida bastante bien. Hace poco ha salido a la luz un libro de Vladímir Sorokin, donde sencillamente destroza toda la obra de Putin, que se vende muy bine. Nadie lo ha prohibido, incluso han aparecido al menos diez reseñas editoriales muy positivas.

¿Existe la misma libertad en los medios audiovisuales?

La televisión y la radio también son plurales. Lo que ocurre es que muchos de los propietarios de medios de comunicación privados deben su fortuna a Putin. Es una de las características de Rusia. No tenemos ni un solo millonario que haya ganado ni un solo céntimo en el mercado libre. Todos están nombrados por el Kremlin. Cuando vino la crisis ¿dónde fueron todos ellos? Fueron a pedirle al presidente que les salvara y los salvó. Les dio millones del fondo de reserva del país. Y todos se salvaron. Después de esto, los periodistas que dicen que Putin es un sinvergüenza tienen que pensárselo dos veces porque no solo salvó a estos millonarios, también salvó cientos de miles de puestos de trabajo. Y así es la triste realidad de Rusia.



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